jueves, 25 de abril de 2013

Lola Beccaria y las trampas de la moral: La novela Una mujer desnuda






Puede que para algunos no deje de resultar un poco chocante, o quizás amarillista, la forma en la que se aborda el tema de la sexualidad en la novela Una mujer desnuda de  Lola Beccaria. No obstante, hay que considerar que dicha autora lo aborda de una forma realmente original, realmente fresca y plagada de emociones, de una forma sin duda desinhibidora  y, sobre todo, realmente desnaturalizadora. Sí, así es esta novela de Lola Beccaria. Una novela que desnaturaliza la misma sexualidad. Una novela que nos sitúa más allá de aquellos patrones culturales y simbólicos por los cuales creemos que las cosas deben ser de cierto modo y punto, sin pensar, con esto, lo mucho que ello nos encadena y hace que muchas personas sean privadas de algo realmente fundamental para la vida humana. Un algo realmente fundamental llamado “el afecto”.

Sí, la gran moraleja de esta novela es la gran crisis que atraviesa el afecto hoy en día, que atraviesa en nuestras sociedades actuales y globalizadas. Una crisis que tiene su razón de ser, única y llanamente, en la forma en la cual se confunde la sexualidad con el afecto  y en la forma en la cual se les inculca a las personas  a tenerle cierto miedo a ciertos matices de su sexualidad, lo que, a su vez, conlleva a tenerle un enorme miedo a expresar eso que solemos llamar el afecto.

Y es que si desde pequeñas las personas recibieran  la cantidad justa de afecto, de compañía, de sincero y responsable calor humano, que se cree debe ser mucho, tal y como nos insinúa esta novela, al crecer, no caerían en las trampas de una sexualidad irresponsable, de una sexualidad que maltrate sus propios cuerpos y su autoestima.

A continuación un pequeño fragmento, a modo de reflexión, de esta gran obra:

Una moral estrecha y pacata es el cinturón de castidad de nuestro placer, y hay gente que no se lo desabrocha en vida, en buena parte porque el aparato no viene con un manual de instrucciones. Y a cambio de nuestra felicidad, como premio de consolación, solo nos queda juzgar, señalar con el dedo…


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